lunes, 5 de febrero de 2018

¿Investigar? Sí, pero ¿a qué precio?


Vivimos en una sociedad cambiante, que experimenta grandes avances en campos tales como la biología. Estos avances son la solución a un gran número de problemas y nos llevan a mejorar nuestra calidad de vida. Pero, ¿qué ocurre cuando estos entran en conflicto con lo que consideramos moral? En estos casos, se recurre a la bioética, una rama de la ética encargada de estudiar, analizar y promover todos los principios y valores dentro del campo ético. Dicho de otra manera, se encarga de poner un poco por delante los conceptos morales sobre las temáticas a investigar, delimitando así el accionar de los médicos y científicos. En este post voy a hablar de un conocido debate actual, los escándalos en relación a la empresa de coches Volkswagen. 


Esta noticia ha sido sacada a la luz hace algo menos de un mes por el prestigioso diario The New York Times, y en ella se ponen de manifiesto los experimentos llevados a cabo por la empresa ya mencionada. El experimento consistía en tener a diez monos encerrados en una pequeña jaula de cristal, respirando durante cuatro horas los gases de motores diésel. Diversas fuentes afirman también que este proceso fue llevado además en humanos. El propósito de estas pruebas era demostrar que los coches actuales eran más limpios que los de años atrás,  pero, inesperadamente, los resultados de los crueles experimentaciones reflejan lo contrario, concluyendo que las emisiones de los vehículos modernos son más nocivas que las de años atrás. Además, según documentos  internos del laboratorio, estos resultados ``no debían publicarse nunca´´ porque podrían ser ``demasiado devastadores.´´ 

No aporto la anterior información con intención de criticar el diseño de los nuevos coches, ya que no es esta la finalidad del post, lo que sí que considero extremadamente cruel y antiético, son los experimentos llevados a cabo en seres vivos para demostrarlo. Me parece de una gran irresponsabilidad someter a los ya mencionados a las pruebas, desconociendo encima los resultados o los posibles efectos que pueden tener. Pero para empeorar las cosas, además de no tener un punto de partida que por lo menos aportara pruebas de la inofensividad del experimento, se demuestra la peor de las situaciones, que, efectivamente, los gase son nocivos. En mi opinión, expertos bioéticos deberían tomar cartas en este asunto para evitar ensayos tan repugnantes y antiéticos en un futuro.









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